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Gaza enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes por el asedio israelí que agrava el hambre infantil y provoca muertes prevenibles

El corte absoluto de ayuda humanitaria en Gaza ha provocado escasez extrema de alimentos, agua y medicinas, intensificando las enfermedades y muertes prevenibles, especialmente entre niños y pacientes con dolencias crónicas.

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Gaza enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes por el asedio israelí que agrava el hambre infantil y provoca muertes prevenibles

El corte absoluto de ayuda humanitaria en Gaza ha provocado escasez extrema de alimentos, agua y medicinas, intensificando las enfermedades y muertes prevenibles, especialmente entre niños y pacientes con dolencias crónicas.

"Nos enfrentamos a una situación catastrófica"

– Afirmó el Dr. Ghazi al-Yazji, jefe de nefrología del Hospital Al-Shifa.

5/5/2025

La Franja de Gaza atraviesa una emergencia humanitaria crítica tras más de 60 días desde que Israel ordenara la detención total de ayuda humanitaria. Durante este periodo, no ha ingresado ningún tipo de insumo: ni alimentos, ni combustible, ni medicinas. El asedio afecta a cerca de dos millones de personas, que enfrentan actualmente la escasez de productos básicos y la degradación acelerada de sus condiciones de vida y salud.


El impacto del bloqueo es especialmente severo entre el 90 por ciento de la población que está desplazada, en su mayoría viviendo en tiendas de campaña. Reciben la mayor parte de su alimentación a través de cocinas benéficas locales, algunas saqueadas ante la profundización de la crisis alimentaria. La agencia de la ONU encargada de los refugiados palestinos agotó sus reservas de harina a finales del mes pasado y el Programa Mundial de Alimentos entregó sus últimos suministros a los comedores sociales. Panaderías han sido forzadas a cerrar debido a la ausencia de harina.


En los mercados, los precios de los productos que aún se consiguen se han disparado: una lata de verduras ronda los 8 dólares (diez veces más que antes del asedio) y un saco de harina pasó de costar 5 dólares a 300 dólares. Muchas familias subsisten con una sola comida al día, compuesta principalmente de alimentos como arroz blanco, lentejas o frijoles, preparados en fogatas alimentadas con restos como zapatos viejos por la falta de combustible.


La crisis sanitaria se ha agravado con la escasez de medicamentos. El Ministerio de Salud de Gaza indica que el 37 por ciento de los medicamentos esenciales están agotados. Enfermos crónicos, como los pacientes renales, han visto reducidas y acortadas sus sesiones de diálisis, lo que favorece la acumulación de toxinas y eleva el riesgo de muerte. Medicamentos para afecciones cardiovasculares y diabetes, así como catéteres cardíacos, están al borde de la inexistencia. Los profesionales de la salud, como el director general Muneer Alboursh, reconocen la imposibilidad de ofrecer alternativas a enfermos cuya vida dependía previamente de tratamientos accesibles.


La desnutrición ha tenido efectos devastadores en el sistema médico. Niños esqueléticos y pacientes con quemaduras no reciben suficiente alimento para sanar. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases, con respaldo de la ONU, realiza una revisión para estimar si Gaza enfrenta ya una hambruna. Según Naciones Unidas, el 91 por ciento de la población analizada sufre inseguridad alimentaria, la mayoría en niveles de emergencia o catastróficos.


En términos de acceso a agua potable, la situación es igualmente crítica. Los generadores de la principal planta desalinizadora operan al 10 por ciento de su capacidad habitual debido al corte eléctrico impuesto y a que el 90 por ciento del combustible disponible es inaccesible por las órdenes de evacuación israelíes. Los daños en tuberías y la escasez han obligado a la mayoría de los habitantes a recurrir a fuentes insalubres, lo cual ha disparado los casos de ictericia, diarrea y sarna.


El acceso restringido a zonas de almacenaje –alrededor del 70 por ciento del enclave está vedado, según la ONU–, la burocracia militar para coordinar movimientos de ayuda y los constantes desplazamientos, que han afectado a 420.000 residentes en las últimas semanas, impiden la distribución de los insumos que aún hay disponibles.


Israel sostiene que el bloqueo es legal y que Hamás es responsable por el acaparamiento de suministros, mientras que grupos humanitarios y autoridades europeas advierten que la política de acceso viola el derecho internacional y utilizan la ayuda como herramienta política. Cualquier nuevo ingreso de ayuda requiere permisos coordinados con el ejército, frecuentemente denegados o demorados.


Las organizaciones de ayuda alertan que el sistema humanitario está “al borde del colapso total”. La ausencia continuada de ayuda y los bombardeos permanentes presionan al máximo la resiliencia de la población local, que cada día debe improvisar estrategias para sobrevivir. El deterioro físico y psicológico es evidente; la palidez y el agotamiento son marcas visibles del impacto del asedio total sobre Gaza.

Algo Curioso

"Nos enfrentamos a una situación catastrófica"

– Afirmó el Dr. Ghazi al-Yazji, jefe de nefrología del Hospital Al-Shifa.

May 5, 2025
Colglobal News

La Franja de Gaza atraviesa una emergencia humanitaria crítica tras más de 60 días desde que Israel ordenara la detención total de ayuda humanitaria. Durante este periodo, no ha ingresado ningún tipo de insumo: ni alimentos, ni combustible, ni medicinas. El asedio afecta a cerca de dos millones de personas, que enfrentan actualmente la escasez de productos básicos y la degradación acelerada de sus condiciones de vida y salud.


El impacto del bloqueo es especialmente severo entre el 90 por ciento de la población que está desplazada, en su mayoría viviendo en tiendas de campaña. Reciben la mayor parte de su alimentación a través de cocinas benéficas locales, algunas saqueadas ante la profundización de la crisis alimentaria. La agencia de la ONU encargada de los refugiados palestinos agotó sus reservas de harina a finales del mes pasado y el Programa Mundial de Alimentos entregó sus últimos suministros a los comedores sociales. Panaderías han sido forzadas a cerrar debido a la ausencia de harina.


En los mercados, los precios de los productos que aún se consiguen se han disparado: una lata de verduras ronda los 8 dólares (diez veces más que antes del asedio) y un saco de harina pasó de costar 5 dólares a 300 dólares. Muchas familias subsisten con una sola comida al día, compuesta principalmente de alimentos como arroz blanco, lentejas o frijoles, preparados en fogatas alimentadas con restos como zapatos viejos por la falta de combustible.


La crisis sanitaria se ha agravado con la escasez de medicamentos. El Ministerio de Salud de Gaza indica que el 37 por ciento de los medicamentos esenciales están agotados. Enfermos crónicos, como los pacientes renales, han visto reducidas y acortadas sus sesiones de diálisis, lo que favorece la acumulación de toxinas y eleva el riesgo de muerte. Medicamentos para afecciones cardiovasculares y diabetes, así como catéteres cardíacos, están al borde de la inexistencia. Los profesionales de la salud, como el director general Muneer Alboursh, reconocen la imposibilidad de ofrecer alternativas a enfermos cuya vida dependía previamente de tratamientos accesibles.


La desnutrición ha tenido efectos devastadores en el sistema médico. Niños esqueléticos y pacientes con quemaduras no reciben suficiente alimento para sanar. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases, con respaldo de la ONU, realiza una revisión para estimar si Gaza enfrenta ya una hambruna. Según Naciones Unidas, el 91 por ciento de la población analizada sufre inseguridad alimentaria, la mayoría en niveles de emergencia o catastróficos.


En términos de acceso a agua potable, la situación es igualmente crítica. Los generadores de la principal planta desalinizadora operan al 10 por ciento de su capacidad habitual debido al corte eléctrico impuesto y a que el 90 por ciento del combustible disponible es inaccesible por las órdenes de evacuación israelíes. Los daños en tuberías y la escasez han obligado a la mayoría de los habitantes a recurrir a fuentes insalubres, lo cual ha disparado los casos de ictericia, diarrea y sarna.


El acceso restringido a zonas de almacenaje –alrededor del 70 por ciento del enclave está vedado, según la ONU–, la burocracia militar para coordinar movimientos de ayuda y los constantes desplazamientos, que han afectado a 420.000 residentes en las últimas semanas, impiden la distribución de los insumos que aún hay disponibles.


Israel sostiene que el bloqueo es legal y que Hamás es responsable por el acaparamiento de suministros, mientras que grupos humanitarios y autoridades europeas advierten que la política de acceso viola el derecho internacional y utilizan la ayuda como herramienta política. Cualquier nuevo ingreso de ayuda requiere permisos coordinados con el ejército, frecuentemente denegados o demorados.


Las organizaciones de ayuda alertan que el sistema humanitario está “al borde del colapso total”. La ausencia continuada de ayuda y los bombardeos permanentes presionan al máximo la resiliencia de la población local, que cada día debe improvisar estrategias para sobrevivir. El deterioro físico y psicológico es evidente; la palidez y el agotamiento son marcas visibles del impacto del asedio total sobre Gaza.

La Franja de Gaza atraviesa una emergencia humanitaria crítica tras más de 60 días desde que Israel ordenara la detención total de ayuda humanitaria. Durante este periodo, no ha ingresado ningún tipo de insumo: ni alimentos, ni combustible, ni medicinas. El asedio afecta a cerca de dos millones de personas, que enfrentan actualmente la escasez de productos básicos y la degradación acelerada de sus condiciones de vida y salud.


El impacto del bloqueo es especialmente severo entre el 90 por ciento de la población que está desplazada, en su mayoría viviendo en tiendas de campaña. Reciben la mayor parte de su alimentación a través de cocinas benéficas locales, algunas saqueadas ante la profundización de la crisis alimentaria. La agencia de la ONU encargada de los refugiados palestinos agotó sus reservas de harina a finales del mes pasado y el Programa Mundial de Alimentos entregó sus últimos suministros a los comedores sociales. Panaderías han sido forzadas a cerrar debido a la ausencia de harina.


En los mercados, los precios de los productos que aún se consiguen se han disparado: una lata de verduras ronda los 8 dólares (diez veces más que antes del asedio) y un saco de harina pasó de costar 5 dólares a 300 dólares. Muchas familias subsisten con una sola comida al día, compuesta principalmente de alimentos como arroz blanco, lentejas o frijoles, preparados en fogatas alimentadas con restos como zapatos viejos por la falta de combustible.


La crisis sanitaria se ha agravado con la escasez de medicamentos. El Ministerio de Salud de Gaza indica que el 37 por ciento de los medicamentos esenciales están agotados. Enfermos crónicos, como los pacientes renales, han visto reducidas y acortadas sus sesiones de diálisis, lo que favorece la acumulación de toxinas y eleva el riesgo de muerte. Medicamentos para afecciones cardiovasculares y diabetes, así como catéteres cardíacos, están al borde de la inexistencia. Los profesionales de la salud, como el director general Muneer Alboursh, reconocen la imposibilidad de ofrecer alternativas a enfermos cuya vida dependía previamente de tratamientos accesibles.


La desnutrición ha tenido efectos devastadores en el sistema médico. Niños esqueléticos y pacientes con quemaduras no reciben suficiente alimento para sanar. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases, con respaldo de la ONU, realiza una revisión para estimar si Gaza enfrenta ya una hambruna. Según Naciones Unidas, el 91 por ciento de la población analizada sufre inseguridad alimentaria, la mayoría en niveles de emergencia o catastróficos.


En términos de acceso a agua potable, la situación es igualmente crítica. Los generadores de la principal planta desalinizadora operan al 10 por ciento de su capacidad habitual debido al corte eléctrico impuesto y a que el 90 por ciento del combustible disponible es inaccesible por las órdenes de evacuación israelíes. Los daños en tuberías y la escasez han obligado a la mayoría de los habitantes a recurrir a fuentes insalubres, lo cual ha disparado los casos de ictericia, diarrea y sarna.


El acceso restringido a zonas de almacenaje –alrededor del 70 por ciento del enclave está vedado, según la ONU–, la burocracia militar para coordinar movimientos de ayuda y los constantes desplazamientos, que han afectado a 420.000 residentes en las últimas semanas, impiden la distribución de los insumos que aún hay disponibles.


Israel sostiene que el bloqueo es legal y que Hamás es responsable por el acaparamiento de suministros, mientras que grupos humanitarios y autoridades europeas advierten que la política de acceso viola el derecho internacional y utilizan la ayuda como herramienta política. Cualquier nuevo ingreso de ayuda requiere permisos coordinados con el ejército, frecuentemente denegados o demorados.


Las organizaciones de ayuda alertan que el sistema humanitario está “al borde del colapso total”. La ausencia continuada de ayuda y los bombardeos permanentes presionan al máximo la resiliencia de la población local, que cada día debe improvisar estrategias para sobrevivir. El deterioro físico y psicológico es evidente; la palidez y el agotamiento son marcas visibles del impacto del asedio total sobre Gaza.

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