El hallazgo tuvo lugar en la localidad de Saint-Denis, a 2.5 kilómetros al norte de la estación Gare du Nord, durante trabajos de mantenimiento en un sitio de construcción. El artefacto, un dispositivo de 500 kilogramos que contenía 200 kilogramos de explosivos, fue localizado a dos metros de profundidad. La estación afectada es la más concurrida de Francia y Europa, con un promedio de 700,000 usuarios diarios.
Desde la detección del artefacto, las autoridades implementaron de inmediato un perímetro de seguridad, que inicialmente fue de 200 metros y luego se amplió a 500. Como medida preventiva, alrededor de 200 residentes fueron evacuados de edificios cercanos, mientras que seis escuelas y un hogar de cuidado para ancianos cerraron temporalmente. Aunque estos lugares no estaban directamente en peligro, se optó por la precaución.
La operación de desactivación comenzó en la mañana del 7 de marzo y finalizó exitosamente a las 17:00 horas locales (16:00 GMT). Para garantizar la seguridad, se movilizaron 300 agentes policiales. Asimismo, las autoridades cerraron una parte de la autopista A1, una medida que contribuyó al colapso vial en determinados sectores de la ciudad.
En términos de afectaciones al transporte ferroviario, la situación fue especialmente grave. Se cancelaron casi 500 trenes, afectando a aproximadamente 600,000 pasajeros. Entre los perjudicados se encontraron los servicios del tren Eurostar, que conecta París con Londres y Bruselas. La compañía anunció la suspensión total de sus servicios hacia y desde la capital francesa y recomendó a los pasajeros reprogramar sus viajes.
La bomba se presume de origen británico o estadounidense, parte de los bombardeos aliados de 1944 dirigidos a las infraestructuras ferroviarias para reducir la movilidad alemana durante la Segunda Guerra Mundial. No es un hecho inusual en Francia. Desde el fin del conflicto, las autoridades han desactivado aproximadamente 700,000 bombas aéreas y neutralizado cerca de 50 millones de minas y dispositivos explosivos.
El caos generado por el incidente dejó varados a muchos pasajeros en París, mientras otros recurrieron a alternativas como trenes hacia Lille o vuelos. Sin embargo, la disponibilidad de transporte fue limitada, empeorando la situación para miles de personas.
El ministro de Transporte, Philippe Tabarot, calificó el suceso como una eventualidad extraordinaria en su impacto, interrumpiendo no solo el tráfico local sino también el internacional. El legado de las bombas sin detonar de la Segunda Guerra Mundial sigue presente en Europa. En Francia, cada año se encuentran y desactivan varios dispositivos en zonas urbanas y rurales que, aunque han pasado 80 años desde su uso, representan riesgos significativos para la población.