La introducción de armas guiadas con precisión en el campo de batalla ha sido una constante búsqueda de las fuerzas armadas a nivel mundial, buscando un equilibrio entre la precisión y la destructividad. Sin embargo, el alto costo de estas armas ha limitado su disponibilidad, como se evidenció cuando los países europeos agotaron sus arsenales en Libia en 2011. En este contexto, la guerra en Ucrania ha servido como un laboratorio en vivo para una nueva generación de armas que combinan precisión y abundancia a un costo significativamente menor. Los drones de vista en primera persona (FPV), cargados de explosivos y adaptados de modelos de consumo, están demostrando ser una herramienta letal en el campo de batalla, capaces de infiltrarse en tanques y trincheras con una eficacia devastadora.
Por otro lado, el desarrollo de armas de energía dirigida, como el DragonFire, un láser de alta potencia ensayado con éxito por el Ministerio de Defensa británico, representa un avance significativo en la tecnología militar. Estas armas, capaces de atacar a la velocidad de la luz y con un costo operativo sorprendentemente bajo, están marcando el comienzo de una era donde la eficiencia y la efectividad de las armas láser podrían superar a los misiles convencionales en el campo de batalla.
La combinación de estas tecnologías señala un cambio fundamental en la guerra, donde la autonomía, la precisión y la capacidad de producir armas en masa a bajo costo están redefiniendo las estrategias militares. Los drones FPV, en particular, no solo están aumentando el peligro para la infantería y la armadura en Ucrania, sino que también están impulsando una tendencia hacia la democratización de las armas de precisión. Esta tendencia es evidente en el rápido crecimiento de drones tanto en el lado ucraniano como en el ruso, así como en su adaptación de la tecnología de consumo ampliamente disponible.