El informe Índice de Desperdicio de Alimentos de la ONU, publicado recientemente, destaca una crisis de proporciones gigantescas: más de un billón de comidas, equivalente a un quinto de los alimentos disponibles, se desperdician cada día en el mundo. Esta pérdida masiva ocurre tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, y se atribuye a diversas causas, desde la planificación deficiente hasta la falta de refrigeración adecuada.
La mayor parte de este desperdicio, alrededor del 60%, proviene de los hogares, mientras que el sector de servicios de alimentos y el comercio minorista también contribuyen significativamente. Además, se estima que un 13% adicional de alimentos se pierde en la cadena de suministro antes de llegar al mercado. Este despilfarro no solo representa una pérdida económica considerable, sino que también tiene un impacto ambiental significativo, contribuyendo a cerca del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y exacerbando la crisis climática y de biodiversidad.

El informe también revela que, aunque existen esfuerzos para reducir este desperdicio en algunos países, la mayoría carece de estrategias efectivas para abordar este problema. La disparidad en el manejo del desperdicio alimentario se hace evidente al observar que, a pesar de los avances tecnológicos y de gestión, la cantidad de alimentos desechados permanece alarmantemente alta. Además, se constata que el desperdicio alimentario no solo afecta a los países ricos; las naciones en desarrollo también enfrentan desafíos significativos, relacionados con la infraestructura y la logística, que contribuyen al problema.