La guerra entre Irán e Israel se extendió por 12 días consecutivos, del 13 al 24 de junio de 2025, e involucró ataques aéreos israelíes y estadounidenses sobre instalaciones nucleares y militares iraníes, así como una respuesta iraní mediante misiles lanzados sobre territorio israelí y bases estadounidenses. Los bombardeos sobre territorio iraní provocaron 1,054 muertes, entre ellos 318 militares y al menos 30 comandantes de alto rango. Del lado israelí, 28 civiles murieron por misiles iraníes que impactaron en zonas residenciales.
Las agresiones aéreas dirigidas por Israel y Estados Unidos afectaron seriamente las instalaciones nucleares de Natanz, Isfahan y Fordo, retrasando el programa nuclear de Irán durante varios años según análisis de agencias de inteligencia estadounidenses. No obstante, pese a las afirmaciones públicas del presidente estadounidense Donald Trump sobre la "aniquilación" del programa nuclear iraní, informes internos indican que gran parte de las reservas de uranio de Irán, estimadas en 408 kilogramos, no se encontraba en Fordo durante el ataque y habría permanecido casi intacta, lo que permitiría la posible reanudación del programa en cuestión de meses.
Irán también lanzó cerca de una docena de misiles hacia la base aérea de Al-Udeid, en Qatar, todos ellos interceptados sin causar daños, aunque declaraciones oficiales iraníes insisten en haber infligido daños considerables. En su alocución televisada, el líder supremo de Irán, Ayatollah Ali Khamenei, adjudicó la victoria a su país y aseguró que la intervención militar estadounidense fue un esfuerzo fallido para evitar la derrota total de Israel.
Como reacción a los ataques y tras la declaración del alto el fuego, el parlamento iraní aprobó una ley que suspende formalmente cualquier cooperación con la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), decisión argumentada como una medida de defensa de la soberanía y la integridad territorial del país. La omisión expresa de Khamenei sobre la IAEA en sus declaraciones refleja un posible endurecimiento en la postura iraní frente a los organismos internacionales y un incremento de las tensiones diplomáticas sobre el desarrollo nuclear iraní.
Actualmente, la atmósfera en Irán permanece cargada de inquietud. En Teherán, numerosos comercios permanecen cerrados y la presencia de nerviosismo y temor es patente en la población, que enfrenta las consecuencias directas de un conflicto que, aunque detenido por el momento, mantiene la región en estado de alerta.
La suspensión de la cooperación iraní con la IAEA, la incertidumbre sobre el estado real del programa nuclear y las bajas humanas marcan el desenlace de un enfrentamiento de casi dos semanas cuyas implicaciones políticas y de seguridad continúan desarrollándose.