La investigación publicada recientemente detalla que los superpoderes fisiológicos de animales hibernadores—capacidad de sobrevivir meses sin comida ni agua, preservación de masa muscular y reducción extrema de la temperatura corporal—están relacionados con un grupo de genes humanos encabezados por el locus de masa grasa y obesidad (FTO). Este locus es el principal factor de riesgo genético para la obesidad en seres humanos.
En el estudio, los científicos determinaron que osos, marmotas y ardillas manipulan de forma beneficiosa la expresión de los genes del locus FTO. Esto les permite ganar peso antes de la hibernación, almacenar reservas de grasa y utilizarlas durante el periodo de letargo profundo. Al despertar, estos animales se recuperan rápidamente de alteraciones fisiológicas que en humanos equivaldrían a condiciones graves como diabetes tipo 2, Alzheimer o accidentes cerebrovasculares.
Los investigadores documentaron mutaciones específicas en el ADN de los hibernadores que inciden directamente sobre el peso corporal y el metabolismo. Algunas de estas mutaciones aceleran el incremento de peso bajo ciertas dietas, mientras que otras modifican la capacidad para restaurar la temperatura corporal tras una fase de hibernación inducida. Se concluyó que las regiones estudiadas, aunque no son genes en sí mismas, regulan la expresión de genes cercanos y que la eliminación de una de estas secuencias afecta la actividad de cientos de genes distintos.
El análisis sugiere que, si los humanos aprendieran a regular estos genes del modo en que lo hacen los animales hibernadores, sería posible revertir enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. La investigación proporciona evidencia indirecta de que los humanos portan en su genoma las bases necesarias para desarrollar características metabólicas similares a las observadas en especies hibernadoras.
Este hallazgo representa un avance relevante para el diseño de terapias genéticas orientadas a tratar desórdenes metabólicos y enfermedades asociadas al envejecimiento. El estudio mantiene abiertas importantes posibilidades de aplicación clínica futura en la medicina metabólica y geriátrica.