Diversos estudios y análisis recientes advierten que la biodiversidad global enfrenta una crisis crítica, con una inminente sexta extinción masiva que amenaza a especies silvestres y reduce drásticamente la variación genética esencial para la adaptación y supervivencia de las poblaciones animales. Un metaanálisis global ha documentado la disminución de la diversidad genética en más de 600 especies en los últimos 30 años, lo que compromete su capacidad para responder a cambios ambientales y a las enfermedades, destacando las limitaciones de las medidas de conservación tradicionales.
La variación genética es indispensable para la resiliencia de las especies, pues su pérdida puede tomar miles de años en recuperarse. Aunque la conservación tradicional —como la creación de áreas protegidas, la prevención de la caza furtiva y la cría en cautiverio— sigue siendo fundamental, estas acciones no pueden restaurar variantes genéticas que ya se han perdido. El tráfico ilegal y el comercio internacional de especies han agravado esta situación, especialmente para las especies consideradas carismáticas o de alto valor comercial.
Ante este escenario, equipos internacionales de genetistas y biólogos de vida silvestre han propuesto el uso de herramientas avanzadas de edición genética, como CRISPR, para introducir diversidad genética en especies en peligro. Esta estrategia consiste en identificar variantes genéticas ausentes a partir de muestras de ADN de especímenes históricos (preservados en museos) y reintroducirlas en poblaciones actuales, lo que podría fortalecer la salud y viabilidad a largo plazo de las especies. Además, si una especie amenazada carece de genes específicos que le permitan sobrevivir a nuevas amenazas, algunos de estos pueden tomarse de parientes cercanos que ya presenten esos rasgos, incrementando así la adaptabilidad.
La biotecnología también está involucrada en iniciativas de de-extinción. La empresa Colossal Laboratory & Biosciences desarrolla proyectos enfocados en especies extintas como el mamut lanudo y el dodo, utilizando ADN de especies actuales emparentadas para recrear características perdidas. Los científicos advierten, sin embargo, que la edición genética implica riesgos, incluyendo posibles efectos no deseados fuera del objetivo, modificaciones pleiotrópicas y consecuencias evolutivas o ecológicas imprevistas. Además, existen barreras legales, regulatorias y de aceptación pública que deben ser consideradas.
Por otra parte, la ingeniería genética ya tiene una presencia significativa en el sector agrícola, con un 13.5% de la tierra cultivable mundial dedicada a cultivos genéticamente modificados. Aunque la tecnología se muestra prometedora, tanto Shaw, R. E. et al. (2025) como Kardos, M. et al. (2021) sostienen que, para enfrentar la crisis de biodiversidad, la edición genética debe integrarse a políticas de conservación de hábitats y regulación ambiental sólidas, y no reemplazarlas.
El uso de la edición genética para la conservación representa una alternativa viable para restaurar la diversidad genética en especies amenazadas y aumentar su resiliencia ante un entorno en rápido cambio. Sin embargo, los expertos recalcan la necesidad de implementar esta herramienta dentro de marcos de gobernanza bien definidos y como parte de un enfoque integral de conservación, reconociendo sus posibilidades junto a sus limitaciones y riesgos.