En el marco de una extensa operación militar lanzada por Israel en varias ciudades de Cisjordania como Jenin, Tulkarem y áreas cercanas a Tubas, unos 40,000 palestinos han sido desplazados de sus viviendas. Este número representa el mayor desplazamiento forzoso en la región desde la guerra árabe-israelí de 1967, de acuerdo con expertos e historiadores del conflicto.
El ejército israelí ha justificado estas acciones como una medida para frenar el aumento de militancia en la región. Según las fuerzas armadas, la operación se dirige a grupos armados palestinos que presuntamente han llevado a cabo ataques o planean hacerlo contra civiles israelíes. Por otro lado, los palestinos ven estas acciones como un intento de desarraigo permanente y un esfuerzo por consolidar el control israelí en áreas que se encuentran bajo la administración de la Autoridad Palestina.
Muchas de las personas desplazadas son descendientes de refugiados que fueron expulsados o huyeron durante la creación del Estado de Israel en 1948, en un evento conocido como la "Nakba". Este nuevo desplazamiento reaviva recuerdos traumáticos del pasado y suma una carga emocional significativa para quienes ahora enfrentan una incertidumbre prolongada.
Los recién desplazados han encontrado refugio temporal en instalaciones de diversa índole, como mezquitas, escuelas, edificios municipales e incluso salones de bodas o cobertizos agrícolas. En paralelo, el ejército israelí continúa destruyendo infraestructura en las zonas intervenidas. Según la ONU, en cuatro barrios densamente poblados, la infraestructura de agua y saneamiento ha sido gravemente dañada, y algunas instalaciones hídricas se han contaminado con aguas residuales. En Jenin, el ejército reconoció la demolición de al menos 23 edificios a principios de febrero, mientras que los daños a 150 viviendas ya han sido documentados.
Cerca de 3,000 desplazados han podido regresar al campamento de Al-Far’a, una cifra pequeña comparada con el alcance del daño. Muchos ahora enfrentan escenarios desoladores, ya que numerosos edificios han sido destruidos total o parcialmente, y las áreas afectadas se encuentran en condiciones insalubres e inapropiadas para la vida.
Aunque el ejército israelí ha declarado que no existen órdenes de evacuación generalizadas, testigos palestinos reportaron que soldados dieron avisos de evacuación a través de altavoces en diversas áreas. Estas acciones, junto con la postura de ciertos políticos israelíes, como Bezalel Smotrich, quien en 2017 propuso planes que favorecen el éxodo de palestinos, alimentan la preocupación de que estas operaciones puedan tener objetivos más amplios, como erradicar por completo los campos de refugiados en Cisjordania y debilitar a la Autoridad Palestina.
Israel capturó Cisjordania en 1967 tras el conflicto árabe-israelí, un periodo que resultó en el desplazamiento masivo de palestinos hacia Jordania y otros países vecinos. Desde entonces, Israel ha ampliado su presencia en la región mediante la construcción de asentamientos, la creación de un sistema legal de doble nivel y restricciones a la movilidad palestina, hechos denunciados como políticas de apartheid por múltiples voces críticas, aunque estas acusaciones han sido rechazadas tajantemente por Israel.
La operación actual ha provocado tensiones adicionales en un conflicto que ya se extiende a lo largo de décadas. Según Maha Nassar, historiadora palestino-estadounidense, la situación no solo es alarmante por la magnitud del desplazamiento, sino también por la narrativa adjunta que comienza a normalizar la idea de expulsiones permanentes. Nassar advirtió que esta dinámica tiene el potencial de transformar profundamente la configuración política y demográfica de la región. El término "Nakba", que significa "catástrofe" en árabe, sigue siendo un símbolo central para los palestinos 75 años después de la creación de Israel, y eventos como este refuerzan su presencia en el imaginario popular y político del conflicto.