La administración de Biden ha llevado a cabo una operación de represalia contundente contra las milicias apoyadas por Irán en Irak y Siria, en respuesta al ataque mortal con drones que cobró la vida de tres miembros del servicio estadounidense en Jordania. Esta acción representa la mayor ofensiva de EE.UU. contra estas milicias desde el comienzo del conflicto entre Israel y Gaza en octubre pasado, que ha visto un aumento en los ataques contra las fuerzas estadounidenses en la región. El Comando Central de EE.UU. confirmó que más de 85 objetivos fueron impactados en una operación que buscó minimizar las bajas civiles, apuntando a infraestructuras clave de las milicias y la Guardia Revolucionaria Iraní.
Los ataques, ejecutados con precisión, se dirigieron a instalaciones de comando y control, centros de inteligencia, depósitos de armas y drones, y cadenas de suministro logístico, enviando un mensaje claro a Irán y sus afiliados sobre la seriedad con la que EE.UU. toma la seguridad de sus fuerzas en el extranjero. La elección de los objetivos y el momento de los ataques reflejan una estrategia cuidadosamente planificada para evitar una escalada mayor, al tiempo que se mantiene la presión sobre los grupos militantes para disuadir futuras agresiones.