El crecimiento acelerado de la industria aeroespacial ha resultado en un incremento sustancial de lanzamientos orbitales. Según los datos recopilados, en 2019 se efectuaron 97 lanzamientos a nivel mundial. Para 2024, la cifra se elevó a 258 y las proyecciones indican que para 2030 podrían realizarse 2,040 lanzamientos anuales, lo que equivale a más de ocho veces el nivel actual.
El estudio, encabezado por un equipo internacional bajo la dirección de Laura Revell, utilizó avanzados modelos de química climática para estimar el efecto de estas actividades en la capa de ozono. Los resultados determinan que, en un escenario de crecimiento ambicioso con 2,040 lanzamientos al año, el grosor promedio global del ozono disminuiría casi un 0.3% para 2030, mientras que en un escenario conservador, con 884 lanzamientos anuales, la reducción sería de aproximadamente 0.17%. Este agotamiento resulta especialmente pronunciado en la región antártica durante ciertas temporadas, con descensos locales de hasta 4%.
El principal mecanismo detrás de este fenómeno es la emisión de cloro gaseoso y partículas de hollín al medio y alto nivel atmosférico. El cloro, generado principalmente por los motores de cohetes que utilizan combustible sólido, actúa como agente catalítico en la destrucción de moléculas de ozono. Por su parte, el hollín contribuye a calentar la atmósfera, acelerando las reacciones químicas que favorecen el adelgazamiento de la capa.
Otro hallazgo del estudio indica que bajo el escenario de máximo crecimiento se observaría un incremento de 10% en el cloro inorgánico en la estratosfera superior, lo que desencadenaría una pérdida de hasta 3% del ozono en ese sector. A diferencia de las emisiones de fuentes terrestres, que son eliminadas más rápidamente por procesos como la lluvia, las partículas liberadas por los cohetes pueden permanecer hasta 100 veces más tiempo en la atmósfera alta, amplificando su efecto negativo.
Las estimaciones del reciente análisis superan las presentadas por estudios previos, los cuales no contemplaban un crecimiento tan abrupto en la frecuencia de lanzamientos. A pesar de estas evidencias, no existen actualmente normativas internacionales que regulen las emisiones provenientes del sector aeroespacial. Esta ausencia de regulación puede postergar la recuperación completa de la capa de ozono, que permanece cerca de 2% por debajo de los niveles preindustriales y cuya plena restauración no se espera antes de 2066.
Los autores del informe subrayan la necesidad de acciones coordinadas entre la comunidad científica, responsables políticos y la industria espacial para abordar el desafío emergente que representa la intensificación de los lanzamientos orbitales y su impacto en la atmósfera, asegurando la protección de la capa de ozono y, con ello, de la vida en la Tierra frente a la radiación ultravioleta.