Ubicado entre Kazajistán y Uzbekistán, el Mar de Aral ha pasado de ser el cuarto lago más grande del mundo, con una superficie de 68,000 km² y un volumen de 1,083 km³ en 1960, a reducirse de manera alarmante a apenas 8,000 km² de superficie y 75 km³ de volumen a principios de la década de 2020, con una profundidad máxima actual de 20 metros. Este proceso de desecación, en el que la profundidad del lago disminuye entre 80 y 110 centímetros por año, ha generado consecuencias devastadoras para la región y sus habitantes.
El colapso del Mar de Aral fue impulsado por la intensificación de la irrigación agrícola entre 1960 y 1990. Durante este período, la superficie de tierras agrícolas pasó de 4.5 a 7 millones de hectáreas, aumentando notablemente la demanda de agua. Para satisfacer esta necesidad, los ríos Amu Darya y Syr Darya, principales alimentadores del lago, fueron desviados hacia campos de cultivo, especialmente de algodón, privando al Mar de Aral de su afluencia hídrica natural.
El impacto ambiental de esta desecación es inmenso. El Mar de Aral ha dejado atrás el desierto de Aralkum en su lecho seco, el cual abarca más de 4 millones de hectáreas. Cada año, tormentas de arena transportan aproximadamente 100 millones de toneladas de polvo y sal, contaminando el aire y causando graves daños al suelo agrícola. La salinidad del agua remanente es ahora diez veces mayor de lo que era en la década de 1960, lo que ha llevado al colapso casi completo de la vida acuática.
En términos de biodiversidad, este ecosistema anteriormente vital albergaba más de 300 especies de plantas, 319 especies de aves y 70 especies animales terrestres. Sin embargo, cerca de la mitad de estas especies han desaparecido o emigrado. Dentro del lago, 34 especies de peces, que respaldaban una captura anual de 60,000 toneladas, han sido prácticamente eliminadas debido a los altísimos niveles de sal. Además, la crisis ecológica ha afectado directamente a casi 3 millones de personas en la región, incrementado las tasas de enfermedades respiratorias, problemas cardiovasculares y mortalidad infantil. La economía local, basada históricamente en la pesca y agricultura, sufre pérdidas anuales estimadas en $100 millones.

Ante este panorama desolador, los gobiernos de la región han implementado algunas medidas de mitigación. Proyectos de reforestación han sido puestos en marcha para estabilizar el suelo del lecho seco y mitigar las tormentas de polvo. En 2017, por ejemplo, se inició un proyecto de \"cinturón verde\" que cubre 70 kilómetros del lecho con vegetación resistente a la sal, mientras que aproximadamente 2 millones de hectáreas han sido reforestadas en Uzbekistán como parte de los esfuerzos de recuperación ambiental.
A pesar de estos intentos, los esfuerzos para revertir los impactos ambientales y económicos de la desaparición del Mar de Aral se enfrentan a desafíos significativos, dado el nivel de degradación causado en las últimas décadas. Este evento se ha convertido en una advertencia global sobre el impacto de las intervenciones humanas en los ecosistemas naturales y la necesidad urgente de realizar gestiones más sostenibles de los recursos hídricos. El desierto de Aralkum, formado en el antiguo lecho del Mar de Aral, es considerado uno de los desiertos más jóvenes del mundo y sigue expandiéndose a medida que el lago continúa reduciéndose.