El trabajo, liderado por la bióloga evolutiva Akiko Matsumoto-Oda de la Universidad de Ryukyus en Japón, comparó sistemáticamente las tasas de curación en distintos mamíferos tras observar la rápida recuperación de heridas en babuinos salvajes en Kenia. Los resultados mostraron que las heridas humanas tardan más del doble en sanar que las de cualquier otro mamífero del estudio.
Para obtener datos comparativos, los investigadores observaron a 24 pacientes humanos sometidos a cirugía por extracción de tumores de piel en el Hospital Universitario de Ryukyus, quienes regeneraron piel a una tasa promedio de aproximadamente 0,25 milímetros diarios. En contraste, tanto cinco chimpancés en el Santuario de Kumamoto de la Universidad de Kioto como otros primates —babuinos oliva, monos de Sykes y monos verdes, anestesiados y sometidos a heridas quirúrgicas en el Instituto de Investigación de Primates de Kenia—, presentaron una regeneración aproximada de 0,62 milímetros por día. Roedores como ratones y ratas también mostraron velocidades de curación similares a la de los primates no humanos.
Durante las investigaciones de campo, las heridas observadas en babuinos derivados de peleas eran frecuentemente graves, pero se cerraban con notable rapidez, un hecho que motivó la comparación con humanos. La consistencia en la velocidad de curación entre los distintos primates y roedores del estudio fue clara, situando a la especie humana como la excepción.
Elaine Fuchs, experta en crecimiento y reparación cutánea, afirmó que estos resultados eran esperados debido al papel crucial de los folículos pilosos. El folículo de cada cabello contiene células madre capaces de generar piel nueva, contribuyendo así a una rápida cicatrización en mamíferos con abundante pelo. En humanos, el número de folículos pilosos es mucho menor y su función se ha visto reemplazada en gran medida por millones de glándulas sudoríparas ecrinas, alrededor de diez veces más densas que en chimpancés.
El intercambio evolutivo de pelo por glándulas sudoríparas permitió a los humanos dispersar el calor corporal mediante el sudor, facilitando la actividad física en entornos cálidos y permitiendo enfriar cerebros de gran tamaño, según explicó Daniel Lieberman, biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard. Esta adaptación, sin embargo, resultó en una cicatrización menos eficaz, ya que las células madre de las glándulas sudoríparas son mucho menos eficientes que las del folículo piloso para regenerar piel tras una lesión.
La investigación plantea que la capacidad social y el cuidado mutuo entre los humanos habrían compensado, en parte, la desventaja de una curación más lenta, facilitando así la supervivencia pese a esta vulnerabilidad en la piel.