Dos familias palestinas en Gaza representan hoy el rostro de la crisis nutricional y humanitaria que, según expertos y organismos internacionales, afecta a casi dos millones de personas en el enclave. Nour Barda y Heba al-Arqan, quienes en noviembre de 2023 pensaban que una tregua anunciaba el fin de la guerra y la recuperación de la vida cotidiana, viven actualmente con sus dos hijos en una tienda improvisada, dependiendo de una única comida diaria a base de sopa de lentejas o arroz con frijoles tras seis semanas de desplazamiento en el norte de Gaza.
Cuando Heba al-Arqan, de 25 años, se enteró de que estaba embarazada el año pasado, la situación en Gaza ya se había agravado. Al dar a luz a Shadia en abril, la falta de alimentos era tal que apenas podía amamantar a su hija. La bebé nació con 2,3 kilos, y solo ganó 200 gramos en el primer mes. Los padres relatan que Shadia apenas puede succionar del biberón y consume la mitad de la fórmula que reciben de manera esporádica de organizaciones de ayuda. La madre consume el resto para intentar mejorar la producción de leche materna.
Su hijo Jihad, nacido en 2023 dos semanas después del inicio de la guerra, fue mencionado en un artículo del New York Times en abril de 2024 sobre la creciente desnutrición entre los niños de Gaza. En los últimos ochenta días previos a mayo de 2024, Israel impidió la entrada de la mayor parte de la ayuda humanitaria y solo empezó a flexibilizar el bloqueo a mediados de mayo, pero los suministros que ingresan, según Naciones Unidas, son insuficientes para una población que requiere mucho más que el “goteo” actual.
El sistema tradicional de distribución de ayuda, encabezado por la ONU, ha colapsado debido a saqueos y combates que bloquean las rutas de los camiones. El nuevo sistema, gestionado por organizaciones respaldadas por Israel y con seguridad de contratistas privados estadounidenses, declara haber entregado casi nueve millones de comidas hasta la fecha. No obstante, las Naciones Unidas confirman que la asistencia lograda está por debajo de lo necesario para los cerca de dos millones de habitantes de Gaza.
Barda, de 26 años y antiguo panadero, menciona que el costo de la harina ha llegado a 23 dólares por kilo en el norte de Gaza, lo que convierte el pan en un lujo inalcanzable. Actualmente, la familia subsiste sin ahorros y sin la capacidad de comprar leche o fórmula infantil. El hijo mayor, Jihad, repite a su madre la misma petición todos los días: masa y pan.
En la ciudad de Khan Younis, al sur de Gaza, Hanaa al-Najjar enfrenta una realidad similar. La entrevistada de 31 años ha tenido que cuidar sola a sus tres hijos desde que, según sus declaraciones, soldados israelíes detuvieron a su esposo mientras evacuaban un refugio. Su hijo menor, Muhanned, falleció a finales de marzo de 2023 tras meses de desnutrición severa: antes de morir, con menos de dos años, pesaba la mitad de lo que corresponde para su edad. La causa fue la ausencia de fórmula y la necesidad de alimentarlo únicamente con pan mojado en frijoles y sopa de lentejas.
El hijo mayor de Hanaa, Mohammed, de 8 años, fue hospitalizado por fiebre y deshidratación y aunque sobrevivió, pesa actualmente menos de 18 kilos, una cifra inferior a los estándares de la Organización Mundial de la Salud para su edad. La familia vive en una tienda cercana a un cementerio y, ante la ausencia de trigo, Hanaa muele lentejas y pasta para preparar un sustituto rudimentario de pan, el cual Mohammed tiene dificultades para digerir, permaneciendo constantemente estreñido y sin acceso a medicación para su afección intestinal.
Desde hace más de tres meses, Mohammed padece una infección bacteriana en el cuero cabelludo sin tratamiento disponible, condición que se ha extendido a sus hermanas de 10 y 5 años. La precariedad alimentaria y sanitaria, agravada por la detención y desaparición del padre y la falta de insumos médicos y alimentos, ha dejado huellas visibles en la salud y desarrollo de los tres niños.
Mientras el conflicto supera los 20 meses y el sistema de ayuda presenta deficiencias estructurales, las familias de Gaza sobreviven con una sola comida al día, sin ahorros, harinas, vegetales ni ingresos y con acceso extremadamente limitado a servicios de salud y asistencia humanitaria. En estas condiciones, la supervivencia se reduce a conseguir, aunque sea, una hogaza de pan para cada uno de los niños afectados.