Desde su lanzamiento en 1998, la Estación Espacial Internacional se ha convertido en un laboratorio único para la investigación en microgravedad. Con la participación de agencias espaciales de Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón y Canadá, la EEI ha sido un modelo de cooperación internacional. Ha albergado a más de 240 astronautas y ha facilitado miles de experimentos, contribuyendo significativamente al conocimiento humano en áreas como la biología, la física y la astronomía.
La estación no solo ha sido clave para estudios científicos, sino también para la preparación de futuras misiones a la Luna y Marte. Las investigaciones realizadas en la EEI han proporcionado información valiosa sobre los efectos de largos períodos en el espacio en el cuerpo humano, esencial para planificar misiones de larga duración. Además, ha sido un terreno de prueba para tecnologías críticas en la exploración espacial, como sistemas de soporte vital y de reciclaje de agua y aire.
En términos de educación y divulgación, la EEI ha jugado un papel importante. A través de transmisiones en vivo y programas educativos, ha inspirado a generaciones y ha promovido el interés en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Estos programas han permitido a estudiantes de todo el mundo interactuar con astronautas y aprender sobre la vida y el trabajo en el espacio.
Sin embargo, mantener la EEI no ha estado exento de desafíos. Los costos de operación y mantenimiento son significativos, y la estación ha requerido numerosas misiones para reparaciones y mejoras. A medida que la infraestructura envejece, estas cuestiones se vuelven más críticas, llevando a debates sobre la viabilidad a largo plazo de la estación y la necesidad de su eventual reemplazo o desmantelamiento.