El asteroide 2024 YR4, detectado el 27 de diciembre de 2024, ha captado la atención de la comunidad científica internacional tras registrarse un aumento en la probabilidad de que colisione con la Luna en 2032. Las últimas predicciones elevan el riesgo de impacto lunar al 4.3%, una cifra superior al 3.8% anterior, según los análisis realizados tras observaciones detalladas obtenidas con el Telescopio Espacial James Webb en mayo de 2025.
Con un diámetro estimado entre 53 y 67 metros (174 a 220 pies), 2024 YR4 destaca no solo por su tamaño —semejante al de un edificio de diez pisos— sino también por su forma inusual, descrita como similar a un disco o "puck" de hockey, a diferencia de la irregularidad típica de la mayoría de los asteroides. Se clasifica como un asteroide de tipo S, lo que indica que es rico en silicatos, y presenta una rotación rápida, completando una vuelta cada 20 minutos.
Durante sus primeras semanas tras el descubrimiento, el asteroide fue considerado una potencial amenaza para la Tierra, adjudicándosele una probabilidad de impacto del 3.1%. Sin embargo, cálculos orbitales refinados han reducido ese riesgo para nuestro planeta a apenas un 0.004%, descartando la posibilidad significativa de un impacto terrestre.
Actualmente, la atención científica se centra en la posibilidad de que el asteroide impacte la superficie lunar el 22 de diciembre de 2032. Si ocurriera, el evento no alteraría la órbita de la Luna, pero originaría un cráter considerable, lo que brindaría oportunidad para examinar de forma precisa la relación entre el tamaño del proyectil y el cráter creado, un dato relevante para la geología planetaria y el estudio de impactos en cuerpos celestes.
El asteroide 2024 YR4 volverá a ser observable en 2028, fecha en la cual se prevé realizar nuevas mediciones para afinar las estimaciones sobre su trayectoria. Los expertos subrayan el valor científico que tendría el impacto, ya que permitiría estudiar la dinámica de colisiones y validaría modelos de formación de cráteres.
En síntesis, 2024 YR4 mantiene un perfil de interés prioritario para la astronomía internacional, tanto por su evolución orbital como por las oportunidades de investigación que ofrecería una eventual colisión con la Luna.