El panorama de la industria del cannabis en Colombia es complejo y desalentador. A pesar de las expectativas iniciales, los datos son contundentes: de las 57,000 hectáreas licenciadas para el cultivo, solo se han sembrado 26. Esta cifra se complementa con un preocupante hecho: aproximadamente el 40% de las empresas que obtuvieron licencias en los últimos siete años han cerrado sus operaciones, muchas de ellas describiendo su situación como "crítica" o en "cuidados intensivos".
Las principales razones detrás de este fenómeno incluyen trabas regulatorias significativas. Los retrasos en los registros con el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), así como demoras en los procesos del Fondo Nacional de Estupefacientes, han impactado negativamente. Estas demoras generan un ambiente de incertidumbre que afecta tanto a grandes como a pequeños productores. Para los pequeños, en particular, las elevadas inversiones requeridas para competir en el mercado son un obstáculo formidable.
En términos de exportaciones, aunque hubo un incremento notable en 2023, con ingresos que alcanzaron los US$9.6 millones, representando un aumento del 89.1% respecto al año anterior, estas cifras aún están muy lejos de las expectativas de las empresas y del sector en general. La Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex) ha señalado que es esencial una mayor celeridad y disposición del Gobierno para posicionar al cannabis medicinal como un actor relevante en la diversificación de la canasta exportadora del país.
El contexto regulatorio ha sido un factor crítico. Los retrasos en las aprobaciones de Invima y los tiempos prolongados para obtener permisos del Fondo Nacional de Estupefacientes han creado un ambiente de incertidumbre. Estos retrasos no solo afectan la operación diaria, sino también la percepción de la viabilidad del negocio a largo plazo. Para los pequeños productores, la situación es aún más difícil. Sin el capital necesario para mantenerse a flote mientras esperan aprobaciones, muchos se ven obligados a cerrar.
Además, los costos asociados con el cultivo y la producción de cannabis son elevados. Desde la infraestructura de cultivo hasta los procesos de extracción y manufactura, las inversiones iniciales y de mantenimiento son significativas. Según expertos del sector, estos gastos han sido un impedimento considerable para los pequeños y medianos productores que no pueden competir con las empresas mejor financiadas.
En respuesta a estos desafíos, varias empresas han comenzado procesos de reestructuración. Clever Leaves, por ejemplo, ha anunciado planes de reestructuración que incluyen la liquidación de operaciones en Portugal y despidos de empleados. Esta decisión es parte de una estrategia más amplia para enfocar recursos y esfuerzos en mercados más viables y sostenibles a largo plazo.
Por otro lado, Khiron Life Sciences ha adoptado un enfoque diferente al iniciar una nueva estrategia centrada en el negocio de clínicas. Según la empresa, esta decisión incluye reducir significativamente las operaciones de cultivo y extracción en el departamento del Tolima. Estas medidas son vistas como necesarias para adaptarse a la situación actual del mercado, que continúa siendo incierta y desafiante para muchas empresas en el sector.