La historia de Ksenia Karelina, una bailarina amateur de 33 años y esteticista licenciada empleada por el Ciel Spa en Beverly Hills, se ha convertido en el centro de un complejo conflicto internacional. Karelina, que se convirtió en ciudadana estadounidense en 2021, viajó a Rusia desde Los Ángeles vía Estambul para visitar a su familia en Yekaterimburgo, sin imaginar que se convertiría en blanco de las autoridades rusas. Su arresto por parte del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) el 28 de enero ha provocado una ola de preocupación y solidaridad internacional.
Tras su llegada a Rusia, las autoridades confiscaron su iPhone, un acto que marcó el inicio de su pesadilla. Lo que inicialmente parecía ser un procedimiento rutinario se transformó en una acusación formal de traición, basada en una donación de aproximadamente 50 dólares a Razom, una organización benéfica pro-ucraniana. Esta acción, según las autoridades rusas, viola el código penal ruso sobre la alta traición cometida por un ciudadano de la Federación Rusa.
Karelina y su pareja, Chris Van Heerden, un boxeador profesional sudafricano, habían planificado su futuro juntos en Los Ángeles antes de este incidente. Van Heerden ha lanzado una campaña para concienciar sobre la situación de Karelina y recaudar fondos para su defensa legal y retorno. El caso de Karelina se suma a una serie de detenciones de ciudadanos estadounidenses en Rusia, en un contexto de creciente represión desde el inicio de la guerra en Ucrania.
La respuesta internacional al arresto de Karelina ha sido notable, con figuras públicas y organizaciones pidiendo su liberación. La comunidad internacional observa con preocupación este caso, que refleja las peligrosas implicaciones de las tensiones geopolíticas actuales para individuos que se encuentran en el cruce de estas disputas.