La evidencia reunida Nature subraya la amenaza que representa el calor extremo, actual y futuro, sobre la salud mental en Australia. De acuerdo a estimaciones recientes, aproximadamente el 44% de los australianos entre 16 y 85 años —unos 8,6 millones de personas— experimentan algún trastorno mental o de comportamiento (MBD, por sus siglas en inglés) en algún momento de su vida.
El calor extremo es identificado como el riesgo climático de mayor impacto en Australia por su influencia más allá de la salud física, acentuando la incidencia de MBDs. Un análisis publicado en 2025 señala que, de mantenerse el calentamiento global por debajo de 3 °C hasta 2100, la carga relativa de MBDs aumentaría un 11% en la década de 2030 y un 27,5% para 2050. Adicionalmente, la proyección más adversa —sin acciones contundentes de mitigación— sitúa este incremento en cerca de un 49% para 2050.
En la década de 2010, las altas temperaturas ya contribuían al 1,8% de la carga de MBDs en Australia. Los pronósticos para las próximas décadas elevan esa proporción al 2,4-2,8% durante la década de 2050. Particularmente alarmante es la posibilidad de que la tasa anual de hospitalizaciones asociadas al calor en este grupo prácticamente se duplique, pasando del 1,8% al 2,8% para mediados del siglo.
Estudios sobre olas de calor, como la acontecida en 2008 en Adelaide, evidencian un incremento del 64% en las hospitalizaciones relacionadas con MBDs entre la población infantil y del 10% en personas de 75 años o más. A nivel nacional, la frecuencia de visitas a emergencias y hospitalizaciones durante periodos de altas temperaturas se ha incrementado de forma estadísticamente significativa.
La literatura científica sugiere que este fenómeno responde a diversos mecanismos. Entre ellos, se apunta que el aumento de la temperatura corporal puede afectar la oxigenación del sistema nervioso central, así como alterar los patrones de sueño y las respuestas al estrés, factores que inciden directamente en la salud mental.
Los datos mencionados han sido extraídos de organismos oficiales, como el Australian Institute of Health and Welfare. Los análisis comprenden registros recogidos entre 2003 y 2018 y confirman la tendencia al alza en la carga de enfermedades mentales y hospitalizaciones por causas asociadas al calor.
Los autores de los trabajos subrayan la importancia de que se tomen acciones específicas para responder a esta amenaza ligada al cambio climático, incidiendo en la urgencia de adaptar los sistemas de salud pública y en la necesidad de diseñar medidas que reduzcan la exposición de la población a temperaturas extremas y sus efectos sobre la salud mental.
La evidencia reunida Nature subraya la amenaza que representa el calor extremo, actual y futuro, sobre la salud mental en Australia. De acuerdo a estimaciones recientes, aproximadamente el 44% de los australianos entre 16 y 85 años —unos 8,6 millones de personas— experimentan algún trastorno mental o de comportamiento (MBD, por sus siglas en inglés) en algún momento de su vida.
El calor extremo es identificado como el riesgo climático de mayor impacto en Australia por su influencia más allá de la salud física, acentuando la incidencia de MBDs. Un análisis publicado en 2025 señala que, de mantenerse el calentamiento global por debajo de 3 °C hasta 2100, la carga relativa de MBDs aumentaría un 11% en la década de 2030 y un 27,5% para 2050. Adicionalmente, la proyección más adversa —sin acciones contundentes de mitigación— sitúa este incremento en cerca de un 49% para 2050.
En la década de 2010, las altas temperaturas ya contribuían al 1,8% de la carga de MBDs en Australia. Los pronósticos para las próximas décadas elevan esa proporción al 2,4-2,8% durante la década de 2050. Particularmente alarmante es la posibilidad de que la tasa anual de hospitalizaciones asociadas al calor en este grupo prácticamente se duplique, pasando del 1,8% al 2,8% para mediados del siglo.
Estudios sobre olas de calor, como la acontecida en 2008 en Adelaide, evidencian un incremento del 64% en las hospitalizaciones relacionadas con MBDs entre la población infantil y del 10% en personas de 75 años o más. A nivel nacional, la frecuencia de visitas a emergencias y hospitalizaciones durante periodos de altas temperaturas se ha incrementado de forma estadísticamente significativa.
La literatura científica sugiere que este fenómeno responde a diversos mecanismos. Entre ellos, se apunta que el aumento de la temperatura corporal puede afectar la oxigenación del sistema nervioso central, así como alterar los patrones de sueño y las respuestas al estrés, factores que inciden directamente en la salud mental.
Los datos mencionados han sido extraídos de organismos oficiales, como el Australian Institute of Health and Welfare. Los análisis comprenden registros recogidos entre 2003 y 2018 y confirman la tendencia al alza en la carga de enfermedades mentales y hospitalizaciones por causas asociadas al calor.
Los autores de los trabajos subrayan la importancia de que se tomen acciones específicas para responder a esta amenaza ligada al cambio climático, incidiendo en la urgencia de adaptar los sistemas de salud pública y en la necesidad de diseñar medidas que reduzcan la exposición de la población a temperaturas extremas y sus efectos sobre la salud mental.