El actual escenario mediático encabezado por Elon Musk recuerda episodios del pasado donde empresarios utilizaron sus medios para ejercer una influencia política notable, valiéndose de las tecnologías de comunicación más avanzadas de su época.
Henry Ford, pionero de la industria automotriz y creador del Modelo T, adquirió en la década de 1920 The Dearborn Independent, un periódico que transformó en un instrumento para difundir ideas antisemitas. Bajo su dirección, el semanario publicó “El Judío Internacional”, una serie que culpaba a los judíos de numerosos males, y también promovía “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, un documento antisemita falso. Gracias a la red de concesionarios de Ford, el periódico alcanzó una circulación de más de 750.000 ejemplares por edición, convirtiéndose en uno de los medios más leídos en Estados Unidos durante su época.
La estrategia de Ford contrastaba con la de magnates como Rupert Murdoch, quien opera a través de editores y presentadores afines, ya que Ford firmaba editoriales semanalmente y posicionaba abiertamente su visión desde la portada, presentando el medio como el “Ford International Weekly”.
Elon Musk, tras comprar Twitter (ahora X) en 2022 por 44.000 millones de dólares, ha optado por un enfoque personal similar al de Ford. El sitio declara contar con 220 millones de seguidores, aunque esta cifra no puede ser verificada independientemente. Musk utiliza X para promover afirmaciones polémicas, como cuestionar la validez de la Seguridad Social, sugerir que los demócratas importan inmigrantes para influir en elecciones y exigir el juicio político a jueces federales críticos de la administración Trump.
Durante las elecciones de 2024 en Estados Unidos, Musk empleó abiertamente su plataforma para apoyar a Donald J. Trump, quien tras alcanzar la presidencia incorporó a Musk en su entorno más próximo de decisión. A raíz de la reorganización gubernamental por motivos de eficiencia, funcionarios encargados de supervisar el conglomerado empresarial de Musk fueron despedidos, otorgando al empresario mayor margen de maniobra en áreas como la automotriz y aeroespacial.
Este fenómeno se suma a una larga tradición angloamericana. El vizconde Northcliffe, Alfred Harmsworth, controló en la Primera Guerra Mundial el 40% de la tirada matutina y el 45% de la vespertina en el Reino Unido, influyendo incluso en la caída del primer ministro Herbert Asquith en 1916. En Estados Unidos, el control de medios también se manifestó a nivel local, como ocurrió en Amarillo, Texas, donde la familia Whittenburg dominaba prensa, televisión y radio en la década de 1960, generando un entorno mediático prácticamente sin voces alternativas.
William Randolph Hearst, propietario del New York Journal, envió corresponsales a Cuba en 1897 en busca de contenidos sensacionales durante la guerra con España. Aunque popularmente se le atribuyó crear el conflicto (“Usted proporcione las imágenes y yo proporcionaré la guerra”), investigaciones históricas han desmentido ese mito, destacando que la verdadera influencia de Hearst radicaba en reflejar los sentimientos populares más que en moldearlos unilateralmente. Hearst fue elegido para la Cámara de Representantes en 1902, pero fracasó en dos intentos de alcanzar la alcaldía de Nueva York y perdió la gobernación en 1906.
Según expertos como Rick Perlstein, Musk lleva esa tradición a un extremo nuevo, empleando memes y contenido visual como herramientas de movilización política, vertiendo alarmismo más que rigor argumentativo. El efecto de este megáfono digital ha sido amplificado por la estructura de X, optimizada para asegurar el máximo alcance a las publicaciones del propietario.
No obstante, la utilización de medios como instrumento de poder personal ha implicado riesgos reputacionales y financieros para sus responsables. Ford enfrentó demandas por difamación y boicots, cerrando su periódico en 1927 con el daño irreparable a su imagen. Por su parte, Hearst vio cómo el enfrentamiento abierto con Franklin D. Roosevelt le costó el apoyo de los lectores y, en última instancia, la influencia de su imperio periodístico.
En el caso actual, el respaldo público de Musk a posturas controvertidas coincide con la caída de las ventas de Tesla. Historiadores y analistas sostienen que la historia demuestra cómo la agitación y la polarización promovidas desde posiciones de privilegio mediático suelen tener consecuencias que afectan a la propia capacidad de influencia de estos magnates, así como la estabilidad de sus negocios.