La escultura de 13 metros de altura del expresidente Donald Trump, completamente desnudo, ha generado una considerable controversia desde su instalación en la interestatal entre Las Vegas y Reno, Nevada. La pieza, creada por Joshua “Ginger” Monroe y titulada "Torcido y obsceno," pesa 6,000 libras y está construida con espuma y rebar.
El Partido Republicano de Nevada ha condenado enérgicamente la figura, calificándola de "deplorable" y "pornográfica." En un comunicado, el partido expresó que se trata de una "marioneta ofensiva diseñada para provocar en lugar de fomentar un diálogo significativo."
La escultura fue colocada en una grúa y se espera que sea llevada a otras ciudades como parte de una gira nacional. Fue retirada el lunes, pocos días después de su aparición inicial, y está programada para recorrer otros estados clave antes de las elecciones presidenciales de noviembre, en las que Donald Trump busca regresar a la Casa Blanca como candidato republicano.

Los artistas responsables de la escultura, que prefieren mantener el anonimato, explicaron que la desnudez de Trump es intencional y está destinada a ser una declaración audaz sobre la transparencia y la vulnerabilidad de las figuras políticas.
El contexto de esta instalación se enmarca en una serie de intensas discusiones políticas sobre estatuas y monumentos, exacerbadas desde la presidencia de Trump en 2016.
En un acontecimiento paralelo, se ha erigido una figura de 16 pies de Kamala Harris en Connecticut, que forma parte de una serie de exhibiciones políticas anuales. Este contraste refuerza la naturaleza divisiva de los monumentos y el arte en el clima político actual.
La controversia en torno a la escultura de Trump se intensificó justo después de un mitin en Wisconsin, donde él mismo se jactó de su "cuerpo hermoso." Este evento ha añadido más leña al fuego en el debate sobre la representación de figuras públicas a través del arte.
La naturaleza provocativa de la escultura ha suscitado tanto críticas como defensas, destacando las profundas divisiones en el discurso político contemporáneo. La obra busca desafiar y provocar reflexión, aunque ha resultado ser un punto de fricción en la batalla cultural y política en curso en los Estados Unidos.