En la madrugada del 18 de marzo de 2025, una serie de ataques aéreos sobre Gaza dejó un saldo devastador de más de 400 muertos, con cifras reportadas entre 404 y 413 según diversas fuentes, además de más de 660 heridos. Entre las víctimas fatales, al menos 263 son mujeres y niños menores de 18 años. Los ataques han sido descritos como los más mortíferos desde el inicio del conflicto en octubre de 2023.
La ofensiva, liderada por las fuerzas israelíes, se llevó a cabo en varias áreas de Gaza, incluyendo Beit Hanoun, Khan Younis y el campamento de refugiados de Nuseirat. Además, se emitieron órdenes de evacuación para el este de Gaza, lo que apunta a la posibilidad de una inminente operación terrestre. Estos bombardeos pusieron fin a un alto el fuego que había ofrecido cierta calma desde enero de 2025 después de meses de violentas hostilidades.
Desde Israel, el primer ministro Benjamin Netanyahu justificó los ataques al alegar que Hamas había rechazado propuestas para extender el alto el fuego y liberar rehenes en su poder. Por su parte, Hamas condenó la acción, calificándola como una violación del acuerdo y declarando que los ataques comprometen directamente la seguridad de los rehenes.
Mientras tanto, la reacción internacional ha sido de indignación. Varios países y organizaciones humanitarias han condenado la pérdida masiva de vidas civiles. Médicos Sin Fronteras expresó su consternación y ha demandado un alto el fuego sostenible. En contraste, el gobierno de Estados Unidos ha respaldado las acciones israelíes, responsabilizando a Hamas por la escalada de violencia.
La situación humanitaria en Gaza se ha agravado rápidamente. Los hospitales están colapsados, con pacientes siendo atendidos en el suelo debido a la falta de espacio y suministros médicos críticos prácticamente agotados. El aumento en la necesidad de ayuda humanitaria es alarmante, mientras que la población vive en un estado de pánico y desesperación.
En el ámbito político, Netanyahu enfrenta crecientes presiones internas. Se han anunciado protestas masivas para criticar su manejo tanto del conflicto como de la crisis de los rehenes. Además, aliados de extrema derecha han retomado su influencia dentro de la coalición gobernante, expresando su apoyo a la continuación de las hostilidades.
Este recrudecimiento del conflicto pone de manifiesto el frágil estado de los esfuerzos de paz en la región y subraya el dilema ético y político en el que están sumergidos tanto Israel como la comunidad internacional, que ahora enfrenta una crisis humanitaria de grandes proporciones.
El campamento de refugiados de Nuseirat, una de las áreas bombardeadas, alberga a miles de palestinos desplazados desde hace décadas, reflejando el prolongado estado de desplazamiento que ha caracterizado a la región.