Un análisis exhaustivo liderado por el Plymouth Marine Laboratory, la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y el Co-operative Institute for Marine Resources Studies de la Oregon State University detalla que la acidificación de los océanos ha cruzado su "límite planetario" aproximadamente en 2020. El fenómeno se produce por la rápida absorción de dióxido de carbono (CO2) atmosférico, lo que reduce el pH del agua y disminuye la concentración de carbonato de calcio, elemento esencial para la vida marina calcificadora.
Las mediciones científicas muestran que, para 2020, el promedio global del indicador de saturación de aragonito (ΩArag) descendió a 2.90, una reducción del 17.3% en comparación con los valores preindustriales. El límite de seguridad para garantizar la salud de los ecosistemas marinos se sitúa en una reducción máxima del 10%; el umbral de peligro, en un 20%. Sin embargo, el 60% del océano subsuperficial, hasta los 200 metros de profundidad, ya ha superado ese umbral, mientras que en la superficie lo ha hecho el 40% del área oceánica global.
El estudio, publicado en Global Change Biology por Helen S. Findlay, Richard A. Feely, Li-Qing Jiang, Greg Pelletier y Nina Bednaršek, recalca que la acidificación oceánica ha traído consigo un incremento del 30% en la acidez del océano desde la era preindustrial; las perspectivas para el año 2100 proyectan un incremento de la acidez de hasta el 170%.
El impacto de este fenómeno es crítico para múltiples especies marinas. Se estima una reducción del 43% en el hábitat adecuado para los arrecifes de coral tropicales y subtropicales. Los pterópodos polares, importantes en la cadena alimenticia marina, han visto reducido en un 61% su entorno propicio. Por su parte, los bivalvos costeros (como ostras y mejillones) han perdido un 13% del hábitat óptimo desde los niveles preindustriales. Las especies calcificadoras muestran debilitamiento de sus estructuras y descenso en sus tasas de crecimiento y reproducción, lo que amenaza la viabilidad de ecosistemas enteros y las economías costeras asociadas.
El grupo internacional de investigación subraya que la única medida realmente efectiva para frenar el avance de la acidificación oceánica es la reducción drástica de emisiones globales de CO2, aunque abogan por estrategias de conservación localizadas en zonas y especies particularmente vulnerables.
La información recopilada indica que, de continuar las tendencias actuales, la acidificación oceánica pondrá en jaque más componentes de la biodiversidad marina, afectando la provisión de servicios ecosistémicos esenciales y generando consecuencias económicas y de seguridad alimentaria para las regiones dependientes del océano.