Ciencia

Las haenyeo de Jeju, buceadoras surcoreanas, revelan adaptaciones genéticas que podrían inspirar nuevas terapias médicas

Un estudio internacional ha identificado características genéticas únicas en las históricas buceadoras haenyeo de la isla de Jeju, cuyas mutaciones podrían mejorar el tratamiento de enfermedades cardiovasculares y resistencia al frío, mientras esta tradición ancestral enfrenta el riesgo de desaparición.

Ciencia

Las haenyeo de Jeju, buceadoras surcoreanas, revelan adaptaciones genéticas que podrían inspirar nuevas terapias médicas

Un estudio internacional ha identificado características genéticas únicas en las históricas buceadoras haenyeo de la isla de Jeju, cuyas mutaciones podrían mejorar el tratamiento de enfermedades cardiovasculares y resistencia al frío, mientras esta tradición ancestral enfrenta el riesgo de desaparición.

"La ciencia funciona como un sistema de legos. Nosotros ponemos las piezas y otros construirán encima"

– Señala Diana Aguilar Gómez, líder del análisis genético.

27/5/2025

En la isla surcoreana de Jeju, apenas sobreviven menos de 3.000 haenyeo en activo, una cifra muy distante de las más de 30.000 que ejercían la pesca submarina en la década de 1960. Más del 80% de las mujeres actualmente en activo tienen más de 60 años, situación que agrava una tasa de relevo generacional negativa y coloca en serio peligro de extinción a esta tradición.


Las haenyeo ("mujeres del mar") descienden hasta 15 metros de profundidad sin ayuda de oxígeno para recolectar moluscos como abulones y otros productos marinos. Su origen puede rastrearse a escritos del siglo XVII, como "La topografía de Jeju" de 1629. Si bien inicialmente la pesca submarina era una actividad masculina, los hombres quedaron relegados al segundo plano en este oficio ante situaciones como guerras y migraciones, configurando un singular matriarcado en Jeju.

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En su labor diaria, las haenyeo soportan inmersiones que llegan a las cinco y siete horas, enfrentando riesgos de descompresión, hipotermia, quedar atrapadas en redes y la exposición a temperaturas bajo cero. Estos esfuerzos, reiterados por generaciones, han dejado huella en su fisiología y, según nuevos hallazgos, también en su genética.


Un estudio dirigido por Diana Aguilar Gómez, genetista formada en la Universidad de California en Berkeley, en colaboración con científicos de la Universidad de Utah, la Universidad Nacional de Seúl y la Universidad de Copenhague, comparó el ADN y características físicas de tres grupos: haenyeo activas, mujeres de Jeju no buceadoras y mujeres de otras regiones. Los científicos ejecutaron experimentos de "inmersión simulada", donde las participantes sumergían la cabeza en agua fría durante un minuto para evaluar su respuesta fisiológica, incluyendo ritmo cardíaco, presión arterial y capacidad de resistencia.

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El análisis reveló que las haenyeo muestran un reflejo de inmersión más pronunciado, ralentizando el ritmo cardíaco de forma marcada. Este rasgo, ligado al entrenamiento, permitió identificar también una mutación genética relevante: una región reguladora que reduce la presión arterial, especialmente significativa pues las haenyeo continuaban buceando incluso durante el embarazo, lo que podría haber conferido protección frente al riesgo de preeclampsia.


Además, el equipo identificó una segunda mutación de adaptación al frío, posible clave en la supervivencia de las buceadoras que, durante siglos, trabajaron con sencillos trajes de algodón en invierno. Estas variantes genéticas podrían haberse consolidado hace más de mil años, y se estudian como posibles herramientas terapéuticas para afecciones como hipertensión y resistencia a hipotermia.


Con el reconocimiento institucional y la inclusión en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, el gobierno surcoreano ha impulsado ayudas económicas y derechos exclusivos de pesca para las haenyeo, además de museos y escuelas. Sin embargo, las oportunidades laborales ligadas al turismo y los servicios han reducido drásticamente el interés juvenil en este oficio, con apenas unas decenas de aprendices que, en muchos casos, sólo lo ejercen ocasionalmente.

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En un esfuerzo por conservar la tradición, algunas haenyeo han fundado establecimientos como el restaurante Pyeongdae Sunggae Guksu, que ofrece platos elaborados exclusivamente con sus propias capturas. Fuera de Jeju, jóvenes como Sohee Jin, de 32 años, encabezando un colectivo de buceadoras en Geoje, muestran que la tradición puede sobrevivir y adaptarse a nuevas realidades, difundiendo su actividad en redes sociales y programas televisivos.


Las haenyeo, que históricamente sufrieron falta de acceso a la educación y discriminación social, han experimentado un cambio de percepción en Corea del Sur en las últimas décadas. Su contribución actual va más allá del patrimonio cultural: sus adaptaciones genéticas aportan información fundamental para la ciencia médica global, agregando un legado biológico al ya reconocido valor cultural de su oficio.

Algo Curioso

"La ciencia funciona como un sistema de legos. Nosotros ponemos las piezas y otros construirán encima"

– Señala Diana Aguilar Gómez, líder del análisis genético.

May 27, 2025
Colglobal News

En la isla surcoreana de Jeju, apenas sobreviven menos de 3.000 haenyeo en activo, una cifra muy distante de las más de 30.000 que ejercían la pesca submarina en la década de 1960. Más del 80% de las mujeres actualmente en activo tienen más de 60 años, situación que agrava una tasa de relevo generacional negativa y coloca en serio peligro de extinción a esta tradición.


Las haenyeo ("mujeres del mar") descienden hasta 15 metros de profundidad sin ayuda de oxígeno para recolectar moluscos como abulones y otros productos marinos. Su origen puede rastrearse a escritos del siglo XVII, como "La topografía de Jeju" de 1629. Si bien inicialmente la pesca submarina era una actividad masculina, los hombres quedaron relegados al segundo plano en este oficio ante situaciones como guerras y migraciones, configurando un singular matriarcado en Jeju.

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En su labor diaria, las haenyeo soportan inmersiones que llegan a las cinco y siete horas, enfrentando riesgos de descompresión, hipotermia, quedar atrapadas en redes y la exposición a temperaturas bajo cero. Estos esfuerzos, reiterados por generaciones, han dejado huella en su fisiología y, según nuevos hallazgos, también en su genética.


Un estudio dirigido por Diana Aguilar Gómez, genetista formada en la Universidad de California en Berkeley, en colaboración con científicos de la Universidad de Utah, la Universidad Nacional de Seúl y la Universidad de Copenhague, comparó el ADN y características físicas de tres grupos: haenyeo activas, mujeres de Jeju no buceadoras y mujeres de otras regiones. Los científicos ejecutaron experimentos de "inmersión simulada", donde las participantes sumergían la cabeza en agua fría durante un minuto para evaluar su respuesta fisiológica, incluyendo ritmo cardíaco, presión arterial y capacidad de resistencia.

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El análisis reveló que las haenyeo muestran un reflejo de inmersión más pronunciado, ralentizando el ritmo cardíaco de forma marcada. Este rasgo, ligado al entrenamiento, permitió identificar también una mutación genética relevante: una región reguladora que reduce la presión arterial, especialmente significativa pues las haenyeo continuaban buceando incluso durante el embarazo, lo que podría haber conferido protección frente al riesgo de preeclampsia.


Además, el equipo identificó una segunda mutación de adaptación al frío, posible clave en la supervivencia de las buceadoras que, durante siglos, trabajaron con sencillos trajes de algodón en invierno. Estas variantes genéticas podrían haberse consolidado hace más de mil años, y se estudian como posibles herramientas terapéuticas para afecciones como hipertensión y resistencia a hipotermia.


Con el reconocimiento institucional y la inclusión en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, el gobierno surcoreano ha impulsado ayudas económicas y derechos exclusivos de pesca para las haenyeo, además de museos y escuelas. Sin embargo, las oportunidades laborales ligadas al turismo y los servicios han reducido drásticamente el interés juvenil en este oficio, con apenas unas decenas de aprendices que, en muchos casos, sólo lo ejercen ocasionalmente.

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En un esfuerzo por conservar la tradición, algunas haenyeo han fundado establecimientos como el restaurante Pyeongdae Sunggae Guksu, que ofrece platos elaborados exclusivamente con sus propias capturas. Fuera de Jeju, jóvenes como Sohee Jin, de 32 años, encabezando un colectivo de buceadoras en Geoje, muestran que la tradición puede sobrevivir y adaptarse a nuevas realidades, difundiendo su actividad en redes sociales y programas televisivos.


Las haenyeo, que históricamente sufrieron falta de acceso a la educación y discriminación social, han experimentado un cambio de percepción en Corea del Sur en las últimas décadas. Su contribución actual va más allá del patrimonio cultural: sus adaptaciones genéticas aportan información fundamental para la ciencia médica global, agregando un legado biológico al ya reconocido valor cultural de su oficio.

En la isla surcoreana de Jeju, apenas sobreviven menos de 3.000 haenyeo en activo, una cifra muy distante de las más de 30.000 que ejercían la pesca submarina en la década de 1960. Más del 80% de las mujeres actualmente en activo tienen más de 60 años, situación que agrava una tasa de relevo generacional negativa y coloca en serio peligro de extinción a esta tradición.


Las haenyeo ("mujeres del mar") descienden hasta 15 metros de profundidad sin ayuda de oxígeno para recolectar moluscos como abulones y otros productos marinos. Su origen puede rastrearse a escritos del siglo XVII, como "La topografía de Jeju" de 1629. Si bien inicialmente la pesca submarina era una actividad masculina, los hombres quedaron relegados al segundo plano en este oficio ante situaciones como guerras y migraciones, configurando un singular matriarcado en Jeju.

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En su labor diaria, las haenyeo soportan inmersiones que llegan a las cinco y siete horas, enfrentando riesgos de descompresión, hipotermia, quedar atrapadas en redes y la exposición a temperaturas bajo cero. Estos esfuerzos, reiterados por generaciones, han dejado huella en su fisiología y, según nuevos hallazgos, también en su genética.


Un estudio dirigido por Diana Aguilar Gómez, genetista formada en la Universidad de California en Berkeley, en colaboración con científicos de la Universidad de Utah, la Universidad Nacional de Seúl y la Universidad de Copenhague, comparó el ADN y características físicas de tres grupos: haenyeo activas, mujeres de Jeju no buceadoras y mujeres de otras regiones. Los científicos ejecutaron experimentos de "inmersión simulada", donde las participantes sumergían la cabeza en agua fría durante un minuto para evaluar su respuesta fisiológica, incluyendo ritmo cardíaco, presión arterial y capacidad de resistencia.

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El análisis reveló que las haenyeo muestran un reflejo de inmersión más pronunciado, ralentizando el ritmo cardíaco de forma marcada. Este rasgo, ligado al entrenamiento, permitió identificar también una mutación genética relevante: una región reguladora que reduce la presión arterial, especialmente significativa pues las haenyeo continuaban buceando incluso durante el embarazo, lo que podría haber conferido protección frente al riesgo de preeclampsia.


Además, el equipo identificó una segunda mutación de adaptación al frío, posible clave en la supervivencia de las buceadoras que, durante siglos, trabajaron con sencillos trajes de algodón en invierno. Estas variantes genéticas podrían haberse consolidado hace más de mil años, y se estudian como posibles herramientas terapéuticas para afecciones como hipertensión y resistencia a hipotermia.


Con el reconocimiento institucional y la inclusión en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, el gobierno surcoreano ha impulsado ayudas económicas y derechos exclusivos de pesca para las haenyeo, además de museos y escuelas. Sin embargo, las oportunidades laborales ligadas al turismo y los servicios han reducido drásticamente el interés juvenil en este oficio, con apenas unas decenas de aprendices que, en muchos casos, sólo lo ejercen ocasionalmente.

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En un esfuerzo por conservar la tradición, algunas haenyeo han fundado establecimientos como el restaurante Pyeongdae Sunggae Guksu, que ofrece platos elaborados exclusivamente con sus propias capturas. Fuera de Jeju, jóvenes como Sohee Jin, de 32 años, encabezando un colectivo de buceadoras en Geoje, muestran que la tradición puede sobrevivir y adaptarse a nuevas realidades, difundiendo su actividad en redes sociales y programas televisivos.


Las haenyeo, que históricamente sufrieron falta de acceso a la educación y discriminación social, han experimentado un cambio de percepción en Corea del Sur en las últimas décadas. Su contribución actual va más allá del patrimonio cultural: sus adaptaciones genéticas aportan información fundamental para la ciencia médica global, agregando un legado biológico al ya reconocido valor cultural de su oficio.

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