El 11 de junio de 2025, un ataque del ejército israelí en un centro de distribución de comida en el área del corredor Netzarim, en Gaza, resultó en la muerte de al menos 57 personas, según cifras de las autoridades locales. En las últimas 24 horas, se reportaron un total de 120 muertes en la Franja, producto de actos de violencia en distintos puntos vinculados a la búsqueda de ayuda humanitaria.
Desde el inicio del conflicto, el 7 de octubre de 2023, la escalada de violencia ha causado más de 55,000 muertes y más de 127,000 heridos en Gaza, mientras que alrededor de 10,000 personas permanecen desaparecidas. El reciente ataque ocurrió en un contexto en el que la distribución de alimentos, bajo control israelí y estadounidense y sin supervisión de la ONU, enfrenta fuertes críticas de organismos internacionales por exponer a la población a peligros crecientes. Durante los días previos al incidente del 11 de junio, otros 220 civiles perdieron la vida en estos mismos puntos de distribución.
Las Fuerzas Armadas israelíes reconocieron haber realizado disparos de “advertencia” en la zona, argumentando que identificaron la presencia de sospechosos considerados una amenaza. Sin embargo, el ejército no asumió responsabilidad por las muertes comunicadas por las autoridades palestinas. Testimonios de quienes presenciaron los hechos, como Issam Wahdam, relatan que su hermano fue abatido por drones cuando ambos intentaban recoger alimentos.
En paralelo al ataque en Netzarim, el mismo día se registraron 39 muertes adicionales asociadas a enfrentamientos y accidentes ocurridos durante la distribución de ayuda alimentaria, incluyendo disparos y colisiones de vehículos de carga.
La Fundación Humanitaria para Gaza, encargada de la entrega de alimentos bajo supervisión israelí y estadounidense, ha sido objeto de señalamientos por la ausencia de aval de la ONU en la operación y por dificultar el acceso seguro de la población a la ayuda. La situación humanitaria en la Franja es calificada de “crítica” por Naciones Unidas, señalando un colapso casi total del sistema de asistencia: cientos de miles de personas carecen de acceso a comida básica, agua y medicinas.
La gravedad de la crisis se incrementa ante la incapacidad de los mecanismos de ayuda para satisfacer las necesidades mínimas, mientras que la violencia y las restricciones en la distribución siguen aumentando el número de víctimas entre la población civil.