El análisis de libros antiguos ha develado un riesgo latente para bibliotecarios, comerciantes y otros manipuladores frecuentes de estos volúmenes históricos. La investigación, centrada en libros victorianos, encontró metales tóxicos como plomo y cromo en concentraciones que superan los límites seguros establecidos por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. En algunos casos, los niveles de plomo eran dos veces superiores y los de cromo seis veces superiores a los límites recomendados.
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Durante el siglo XIX, la producción de libros involucró el uso de tintes y pigmentos peligrosos, incluido el verde esmeralda (cobre acetoarseniato) y el amarillo cromo (plomo(II) cromato). Estos compuestos no solo causaron intoxicaciones, sino también muertes entre los trabajadores de las fábricas de la época. El Proyecto de Libros Venenosos, una colaboración entre el Museo Winterthur y la Universidad de Delaware, tiene como objetivo identificar y catalogar estos libros con componentes peligrosos, especialmente aquellos cuyas cubiertas contienen compuestos tóxicos.
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Recientemente, dos libros fueron retirados de la Biblioteca Nacional de Francia debido a la sospecha de que sus cubiertas verdes contenían el pigmento conocido como Scheele's green, un compuesto de arsénico. Los especialistas han identificado que, además del verde esmeralda y el verde París (arsénico), otros colores, como el rojo vermilion derivado del sulfuro de mercurio y el amarillo cromo, son potencialmente peligrosos.
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El manejo adecuado de estos libros es crucial. Los investigadores recomiendan el uso de guantes y evitar el contacto con la cara al manipular volúmenes con cubiertas sospechosas. Para identificar los metales tóxicos, se utilizaron técnicas avanzadas como la espectroscopía de emisión óptica por plasma acoplado inductivamente (ICP-OES) y la fluorescencia de rayos X portátil (pXRF). Gracias a esto, se logró identificar más de 100 libros en la colección de la Biblioteca Beaman que contienen niveles nocivos de metales como arsénico, cobre, cromo y plomo.
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La identificación y catalogación de estos libros es un paso vital para proteger a quienes frecuentemente manipulan libros antiguos y asegurar que los peligros de la exposición a metales tóxicos sean ampliamente comprendidos y mitigados.