El gobierno de Países Bajos sufrió un colapso tras la renuncia de Geert Wilders el martes, quien lideraba una coalición de cuatro partidos. La ruptura se produjo tras la imposibilidad de obtener consenso para implementar 10 nuevas políticas sobre asilo, entre las que destacaba la deportación de sirios con residencia temporal en un plazo de seis meses, incluso por la fuerza si fuera necesario.
Wilders, líder del Partido de la Libertad (PVV), dimitió junto a todos los ministros de su formación, acabando con un gobierno que apenas llevaba 11 meses en funciones. La coalición, calificada por medios holandeses como un “matrimonio infeliz”, se desmoronó abruptamente, lo que provocó tensas reacciones de sus socios, quienes aseguraron que no existían desacuerdos sobre la reducción del asilo. Calificaron la salida de Wilders como una maniobra política.
En el sureste de Ámsterdam, una reciente investigación dejó al descubierto que niños duermen en garajes o coches por falta de alojamiento. En la escuela De Bijlmerhorst, donde uno de cada 20 niños carece de vivienda fija, padres expresaron alivio y confusión ante la crisis gubernamental. Ahmed Abubakar, somalí de 41 años y padre de cinco hijos, relató que lleva 11 años esperando una vivienda social y que “no sabe si son buenas noticias” tras la caída del gobierno.
La atención pública se centra principalmente en la construcción de viviendas, la mejora de la atención sanitaria y el control del aumento de precios. Sin embargo, la inmigración continúa siendo eje de debate político. Un sondeo online de EenVandaag, que consultó a 16.117 votantes, reveló que un 60% está satisfecho con la salida de Wilders del gobierno. El estudio muestra que entre los simpatizantes del PVV hay divisiones: dos tercios apoyan la retirada al coincidir con las propuestas sobre asilo, mientras un 29% expresó descontento, considerando que Wilders y la ministra de asilo, Marjolein Faber, debieron hacer más.
La confianza en la política, ya en mínimos históricos, cayó del 34% tras la toma de posesión del gabinete al 23% el día del colapso, con un descenso especialmente marcado entre votantes de derecha, según datos de la encuestadora Rozemarijn Lubbe.
El tema migratorio fue central en la estrategia de Wilders. El periódico De Telegraaf publicó en mayo que la inmigración agregaba “una ciudad al año” —130.000 personas— al país, aunque omitió la salida de unas 20.000 personas durante el mismo período. No obstante, informes oficiales de Statistics Netherlands indican que la mayoría de la inmigración es laboral y que los solicitantes de asilo se redujeron a la mitad en Países Bajos a inicios de 2025, fenómeno similar al registrado en otros países europeos.
El estratega de Meute, Mark Thiessen, considera que el PVV buscaba deliberadamente el colapso de la coalición para centrar el debate en migración, tema que considera clave para su partido.
Expertos como Léonie de Jonge afirman que Wilders actúa en escenarios de crisis, amplificando la percepción de emergencia migratoria. El periodista Arjan Noorlander recuerda que Wilders, quien ha requerido protección las 24 horas durante dos décadas y no revela fuentes de financiación del partido, declaró tras su sorpresiva victoria parlamentaria (37 de los 150 escaños en noviembre de 2023) que no estaban organizados para asumir el gobierno ni para manejar tantos escaños.
Líderes empresariales entrevistados por Financieele Dagblad consideran que el país evitó un gobierno de “chapuceros económicos”, aunque el momento es complejo justo antes de una cumbre de la OTAN en La Haya.
Entre votantes del PVV en Ámsterdam se percibe tanto decepción como indiferencia. Mustafa, florista turco-holandés, sintetizó el sentimiento de algunos sectores: “No importa quién gobierne, siempre que haya un buen gobierno”.
De este modo, el colapso del Ejecutivo neerlandés impulsa un clima de incertidumbre, polarización y desconfianza en la política, mientras los desafíos en vivienda, salud y migración se mantienen en el centro del debate nacional.